domingo, 23 de marzo de 2014

Lazarillo del siglo XXI


                                                                                                    En Sevilla, a 13 de
                                                                                                     Octubre de 2014

Al Tribunal Superior de Justicia de Sevilla.
A la atención del Sra. jueza Alaya Rodrígez Muria.

Con todos mis respetos su señoría:

Mi nombre es Abdul, que en Árabe significa sirviente de Alá, del barrio marginal del Príncipe.
Todo empezó, en una tarde muy soleada cuando yo tan solo tenía 6 años, estaba en mi casa, cuando unos hombres con cascos y palos, se llevaron a mis padres. En ese momento creía que era uno de esos tantos hombres que entraban a ver a mi madre.
Algo que me extrañaba mucho, era que al salir, mi madre siempre hacía la cama de nuevo, y encontraba más dinero en aquella hucha que nunca me dejaban tocar, o muchas de las personas que venían a ver a mi padre, que más tarde salían con una especie de polvos de color blanco, que posteriormente cambiaban la actitud de los consumidores.
El caso es, que mis padres me dejaron solo, cosa que nunca les perdoné. Al verme solo mis primas mayores, se hicieron cargo de mí, aunque nunca me daban de comer, ni me proporcionaban camas ni nada. En la casa solo había una, y en mi opinión, mis primas las usaban para acercarse demasiado a los hombres y a todos los que se acercaban por mi nueva casa.
Dos años más tarde, mis actos vandálicos para conseguir algo para poder llevarme a la boca y que mi pobre estómago dejara de sonar tantas veces después de tanto tiempo, me conllevaron a un lugar, del que todos hablaban y que nadie quería visitar nunca. Mis primas no me defendieron en nada por la sincera razón, de que el denunciante, era uno de sus principales clientes. Me pidieron perdón, pero llegué a la conclusión de que hicieron lo que debían.
Me condenaron a 2 años en el centro de menores.
Esos 3 años en el centro de menores, fueron muy duros para mí, pero logré cumplir sentencia y volver con mis primas. En mi estancia por el centro, los jóvenes, se reían de mí, me quitaban la comida, me echaban de las celdas en las que yo, por culpa de ellos, no pasaba la noche...
Todos los días, le mandaba cartas a mis primas para que vieran, la mal que lo estaba pasando.
Aunque lo bueno que tenía es que tenía comida, y un techo en el que poder dormir.
Busqué amigos, pero todos me pegaban, todos excepto un amigo que conocí estudiando en aquellas habitaciones oscuras a las que nadie iba. Se llamaba Mohammed, y de ahí en adelante, establecí una gran amistad con él. Nunca nos separábamos, y tuvimos que empezar a ganarnos respeto.
Una tarde, al salir al patio en el que todos los niños salían a descansar de tanta celda, y a disfrutar un rato de la luz del sol jugando al fútbol. El caso es que no nos dejaban jugar por el simple hecho de no haber pegado a nadie. Al chico más temido por todos no le apetecía jugar, por lo que se sentó en el banquillo y observó.
Uno de los más vacilas se dirigió para mí y me dijo:

 - ¿No os enteráis de lo que os acabamos de decir?

Yo contesté:

 - ¿No te has enterado de que nos da igual lo que digas?

En ese momento el chico se dirigió hacia mí, y muy valentón se dirigió a pegarme, creyendo que me iba a asustar, pero yo me envalentoné el doble que él y en ese momento, empezó el combate por el cual, me condenaron a un año más de castigo.
Una vez acabada la sentencia, volví a vivir con mis primas.
Una de mis primas, la más chica, (que tenía unos 17 años) se alegró mucho de volver a verme, tanto que esa misma noche no sé como acabé con ella, bebiendo.
Mi prima me dijo que me quería, y yo me empecé a reír diciéndole que no era ella, sino que era el alcohol que habíamos bebido esa noche. De repente se lanzó a por mí y me besó, cosa que no pude evitar, porque sentía una gran atracción por ella. A partir de ahí, empecé a sentir cosas muy fuertes por ella, y ella por mí, o por lo menos eso creía yo.
Decidimos irnos a buscar una nueva vida juntos, en algún lugar en el que nadie nos conociese, para poder llevar nuestra relación adelante. El primer día fuera de casa, no pudimos alojarnos en ningún hostal, porque en aquella zona no quería tener nadie un negocio.
Nos encontramos a un profeta manco, el que nos proporcionó comida y cobijo. La condición, era ayudarlo en todo lo que pudiéramos y él nos cuidaría, por lo que aceptamos.
El primer día, viajé con él, al pueblo de al lado, para desarrollar la función de que los demás creyeran en Alá, como buenos musulmanes y siguieran las órdenes del Corán.
Me hizo beber de una botella, diciendo que era una de las mejores reservas de zumo natural que había en la zona. Al beberlo, el hombre se empezó a reír, y yo sorprendido por tal risa, le pregunté:

 - ¿De qué se ríe usted señor?

El contestó:

 - Lo que te acabas de tomar no era zumo, era orina metida en un tarro de arcilla muy antiguo en el que siempre hago mis necesidades.

Yo rápidamente le solté una patada en la cara, por lo que los vecinos, me separaron de él. Él pobre, pero astuto anciano, se puso a llorar en medio de todo el mundo, y dijo:

 - ¿Veis lo que tengo que aguantar? Que un niñato de estos, me pegue, sólo por haberle pedido dinero, para poder darle de alimentar a mi pobre hija.

Yo, enfadado, me fui de aquel espantoso ambiente que había contra mí. Me fui a un bosque cercano que había en ese pueblo.
Al llegar el anochecer, no tuve más remedio que volver para ver a lo que más quería, a mi querida prima, que más que prima, ya era mi novia.
Al llegar, llamé a la puerta, pero nadie nadie respondió. En ese instante miré hacia la ventana y observé que estaba abierta. Entré a la casa a través de ella, y me dirigí hacia el frigorífico, del que cogí varias frutas. Me fui al sofá, a disfrutar del delicioso manjar mientras veía un poco la televisión, pero al empezar a comer, escuché unos ruidos raros que venían desde el cuarto del señor de la casa. Subí por las escaleras y encontré la puerta cerrada; la abrí, pues lo que me encontré iba a ser lo peor de todo. Al abrir la puerta encontré a ''Mi niña'' desnuda, y el señor la estaba forzando a hacer sexo. Mi reacción fue quitarlo de encima, y proporcionarle una buena paliza, cosa por la cual, me llevaron al calabozo por un día.
Al salir de la comisaría, mi pensamiento fue en matar al señor, pero más tarde pensé en que no me convenía nada mandarlo de viaje hacia la tumba.
Llegué a la casa, y fui en dirección de mi prima, cuando la vi fregando los platos sin ropa le pregunté:

 - ¿Por qué no tienes ropa?

Ella me contestó:

 - El señor me ha quitado todo, y lo ha vendido para complacer sus necesidades con otras mujeres, ya que sabe que si lo hace conmigo le pegarás...

 -Pues bien sabe. - Respondí yo.

El caso es que le dejé mi ropa, y me puse unos pantalones que encontré en el trastero. Pasaron unos cuántos de años, y el señor parecía haberse centrado un poco, pero lo peor lo tenía por llegar.
Encontró esposa, de la que se enamoró al máximo, y a la que tenía el mayor aprecio que se le podía tener a una mujer, o por lo menos eso decía él.
Una tarde, en la que estábamos en la casa solos, yo y la esposa del señor, decidí devolverle la jugada. Yo sabía que le atraía a la esposa, por lo que con unas cuantas palabritas, la metí en la cama.
Estuve dándole al tema, hasta que el señor volvió:

 - ¡Parad! Dijo el señor medio decepcionado, medio cabreado.
 
Yo al saber que le estaba doliendo, proseguí, pensando en lo que le había hecho a mi chica, él rápidamente se dirigió a mí y me dio un puñetazo, del que quedó marca por un largo tiempo.
El señor estaba destrozado, y una noche, se le pasó por la cabeza matarme por lo que había hecho.
Estaba durmiendo junto a Jittzel, (mi prima) y escuché cómo se habría la puerta de la habitación.
De repente vi una sombra que tenía un cuchillo en la mano, y cuya sombra se acercaba a mi poco a poco. Me intentó clavar el cuchillo en el corazón y yo, en defensa propia se lo clavé a él. Esa es la razón por la que a día de hoy, estoy aquí injustamente. Por favor comprenda mi situación.

                                                                                          Un cordial saludo, Abdul
                                                                                              Mohhamed Salazar.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Descripción de la foto, con alguna frase que tenga C.Rég.

La foto trata de una familia, que viaja en bicicleta cerca de la orilla de la playa, por una senda de arena, y alguna que otra piedra.
La madre llevaba puesto unos vaqueros y una camisa parecida a la del padre.
Ella estaba enamorada de el hombre que aparece a su lado.
La bicicleta del padre tenía un color de antigüedad.
Llevaba detrás a su hija menor, que iba vestida con un vestido muy bonito.
El hijo contaba con unas zapatillas deportivas azules.
Parece que habían quedado con alguien, o simplemente habían salido a pasear.
Parece que están hablando del mar.